19 de abril de 2024

La energía hidroeléctrica, de fuente renovable más antigua a protagonista de la transición energética.

Las centrales hidroeléctricas pueden resolver el problema de la discontinuidad de los recursos renovables gracias a eficientes sistemas de almacenamiento. Todo ello con un gran beneficio para la biodiversidad.

Gracias a la gran eficiencia que es capaz de generar, en las zonas del mundo donde el agua es un recurso accesible y abundante, la energía hidroeléctrica es la fuente de energía limpia por excelencia. Bien gestionada puede además estabilizar las redes eléctricas mediante el uso de sistemas de almacenamiento.

Un recurso energético natural famoso desde la antigüedad.

La humanidad ha aprovechado desde siempre la energía del agua, por eso es considerada la energía renovable más antigua. Son numerosas las fuentes históricas que testimonian cómo los sumerios y los antiguos egipcios aprovechaban su potencia para trabajos de esfuerzo como, por ejemplo, moler los cereales. En Alejandría, Egipto, los engranajes de las norias hidráulicas se movían gracias a la fuerza del agua de los ríos, mediante una tecnología simple. Siglos más tarde, llegaron los molinos de agua, accionados por una rueda que aprovechaba, de forma eficiente, la energía del curso del agua.

Sin embargo, solo a partir del siglo XIX se comenzó a pensar en aprovechar la energía cinética del agua para producir electricidad. Desde la segunda mitad del siglo XX se comenzó a invertir en este sector hasta llegar al momento presente en el que la energía hidroeléctrica es la primera fuente renovable a nivel mundial y, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), representa casi la mitad de la producción total de energía.

La energía hidroeléctrica es la clave de la transición energética

En muchísimas regiones del planeta, uno de los mayores retos de este momento es llegar a ser energéticamente autosuficientes, reduciendo las importaciones del extranjero y aprovechando, de forma autónoma, los recursos disponibles. En primer lugar, las centrales hidroeléctricas ejercen un impacto medioambiental mínimo, sobre todo si lo comparamos con las centrales de combustibles fósiles, como el carbón o el petróleo. Además, con algunas excepciones, el recurso hídrico se encuentra en todas partes y está relacionado con la propia existencia del ciclo del agua. Así, los sistemas de almacenamiento hidroeléctrico pueden resolver los problemas relacionados con el almacenamiento de energía producida a partir de fuentes renovables. En general, a nivel mundial, el 98 % del total de la capacidad de almacenamiento de energía se obtiene gracias al bombeo del agua.

La ventaja económica de un sistema simple

Es cierto que construir una central hidroeléctrica tiene un coste inicial más bien elevado, pero aprovechar la energía hidráulica es una solución económica muy ventajosa, tanto a medio como a largo plazo. De hecho, el funcionamiento de los sistemas de almacenamiento hidroeléctrico es muy simple, ya que el agua se bombea desde un embalse aguas abajo hacia un lugar aguas arriba y, en los momentos de mayor demanda energética, se libera el agua y se deja fluir, compensando la falta de energía o la variaciones estacionales y meteorológicas, incluso repentinas. El rendimiento promedio de este proceso se sitúa en torno al 70 %, un porcentaje muy difícil de lograr con las fuentes tradicionales.

A todo esto, se suma un gran beneficio: estas centrales no contribuyen al consumo de agua, ya que los recursos hídricos extraídos se devuelven en su totalidad, sin dañarlos y sin contaminarlos.

El círculo virtuoso generado por la energía hidroeléctrica

Una de las ventajas menos conocidas de la energía hidroeléctrica es el saneamiento del territorio y la mejora del equilibrio de los ecosistemas. Por ejemplo, las centrales protegen el territorio de eventos climáticos extremos y de lluvias torrenciales, regulando el caudal de los ríos y evitando el riesgo de inundaciones. De esta forma, también es posible sanear áreas pantanosas y controlar el caudal de los ríos en función de las necesidades de los sistemas de riego.

Incluso en casos de sequía, las centrales hidroeléctricas pueden ser muy útiles, ya que los embalses de almacenamiento no solo contienen agua para aprovecharla como fuente de energía, sino que se puede disponer de ella, de forma inmediata, en los periodos de sequía. Además, la apertura de las presas se puede programar con gran precisión, para garantizar un flujo hídrico correcto para plantas y cultivos.

Todo esto contribuye a beneficiar, de forma indirecta, al turismo y a la seguridad territorial. Un curso hídrico regular garantiza, entre otras cosas, el enriquecimiento de la vegetación, la protección de la fauna del área y la protección de la biodiversidad. De hecho, es normal que se instalen rampas de escape para la fauna local a la altura de estas centrales. A todo esto, se suma el papel fundamental de las presas que impiden el paso de ramas, árboles y otros objetos potencialmente peligrosos para animales y personas.

En el futuro, las innovaciones tecnológicas y la digitalización permitirán que las centrales sean cada vez más eficientes y funcionales, regulando el curso de agua de forma más precisa y oportuna. Además de modernizar y mejorar las centrales ya existentes, hay una perspectiva interesante que es la de construir centrales totalmente nuevas, teniendo en cuenta que todavía existe un gran número de áreas con abundancia de agua pero que carecen de centrales hidroeléctricas.

fuente: https://www.enelgreenpower.com/es/historias/articles/2022/11/papel-energia-hidroelectrica-transicion-energetica