Cáscara de cacahuete, sargazo (un tipo de alga) y cascarilla de arroz son la materia prima de varias iniciativas de América Latina para generar energía. Una solución renovable y más limpia, que hay que tener en cuenta como alternativa a los métodos con combustibles fósiles.
América Latina tiene un gran potencial para producir energía a partir de la biomasa, lo que puede contribuir significativamente a reducir la dependencia de los combustibles fósiles y a la mitigación del cambio climático.
La biomasa tiene la capacidad de convertirse en una enorme cantidad de energía. Materias primas como las hojas, raíces, cáscaras de frutos secos, residuos agrícolas, desechos de madera, etc. se queman para producir vapor. Es una alternativa viable para las empresas comprometidas con el logro de la sostenibilidad del medio ambiente, al tiempo que reduce los gastos de energía a partir de combustibles fósiles importados.
Las actividades agrícolas son propensas a generar grandes cantidades de residuos de biomasa que a menudo se quedan en el campo. Mediante la utilización de este tipo de residuos para producir energía sin causar daños a la tierra, los costos de desecho de materiales y los niveles de contaminación pueden ser disminuidos.
Otra ventaja de la biomasa es que puede fomentar inversiones en zonas rurales y generar empleo en toda la cadena de suministro. Proporciona ingresos a agricultores y pequeños propietarios, además de fomentar el mantenimiento responsable de sus cultivos. Aquí te hablamos de tres innovadores proyectos que se desarrollan en Chile, México y Argentina.
La Gloria (Chile)
Una iniciativa que viene avanzando en este sentido en Chile es La Gloria. Se trata de una minicentral de biomasa que genera energía eléctrica a partir de la revalorización energética de residuos agrícolas como cascarilla de arroz y paja de trigo.
Este proyecto, que se encuentra en la zona de Parrales, en la región del Maule, tiene la misión de manejar 45.000 toneladas anuales de cáscara de arroz para generar 3,4 megavatios (MW). También, busca crear paneles SIP para la construcción con cáscara de arroz como material aislante y utilizar cenizas de la quema de la cáscara para producir acondicionador de suelos agrícolas.
“El proyecto tiene que ver con la revalorización de los residuos. Por ejemplo, antes, la cáscara de arroz no tenía un uso, más bien se acumulaba en vertederos no autorizados. Ahí vimos la oportunidad de desarrollar el proyecto”, cuenta Guido Rietta, director ejecutivo de C&E.
C&E es la empresa que lleva adelante el proyecto de La Gloria. La idea surgió en 2015, pero la planta se comenzó a construir en 2020. “El proceso fue largo porque tuvimos que pasar por una declaración de impacto ambiental que duró dos años y donde hubo participación ciudadana. Luego, tuvimos que salir a buscar inversores. Finalmente, lo que resolvimos para poder avanzar fue postular el proyecto a un programa del Gobierno de Japón, que se llama Joint Credit Mechanism y que se dedica a comprar los bonos de carbono por adelantado”, relata Rietta.
“El Gobierno de Japón nos aportó cerca de 4 millones de dólares para la construcción de la planta. Luego, fuimos a buscar un crédito, donde pudimos obtener 6 millones más; después, se sumó un inversor y obtuvimos más financiación del Banco Santander. Con eso ya sumamos la inversión para la construcción”, explica.
En 2021, durante la COP26, el proyecto fue destacado en el informe Net-Zero, siendo seleccionada C&E como una de las 20 empresas dentro de mil a nivel mundial que pueden ser parte de posibles soluciones para el cambio climático y así contribuir a la reducción de alrededor de 10 Mt de CO2e cada año (megatoneladas de CO2).El proyecto es altamente tecnológico y consiste en una caldera y una turbina, que utiliza un sistema que se llama ORC (Organic Rankine Cycle). Este sistema es pionero en Latinoamérica debido a su alto coste.
La zona de Parrales, donde se ubica la planta, produce casi el 90% del arroz de Chile. “Las empresas que producen ese residuo lo llevan a la planta para que se pueda generar la energía que abastecerá a más de 10.000 hogares. Las emisiones que genera el proceso corresponden al equivalente a 41 estufas a leña al año”, cuenta Rietta. En este momento se están terminando las pruebas piloto para comenzar a inyectar energía a la red.
De cara al futuro, Rietta busca generar otros proyectos similares, pero con otros residuos. “Queremos revalorizar los residuos que produce la industria salmonera y minera”, expresa.
Green ID (México)
Otro proyecto de características similares se viene desarrollando en Playa del Carmen, México. La iniciativa, llevada a cabo por Green ID, comenzó a implementarse hace dos años y utiliza sargazo para generar energía.
“Desde el 2011 el sargazo es un problema que afecta al Caribe. Destruye los ecosistemas y afecta a la economía porque impacta en el turismo”, cuenta Fernando Flores, CEO de Green ID.
La iniciativa comenzó a pensarse como respuesta a una convocatoria del Gobierno holandés. De ahí se obtuvieron los fondos para empezar.
Hoy el proyecto se encuentra en prueba piloto. En la planta se procesan cien kilos de sargazo por día. Hay dos formas de obtener este residuo para generar energía. Por un lado, se está generando un programa de sostenibilidad con 13 hoteles para quitar el sargazo de sus playas. Por otro lado, se colecta en el mar antes de que llegue a la orilla. Unos barquitos se encargan de la recolección y llegan a capturar 40 toneladas por hora. La expectativa es aumentar esa capacidad.
“Estamos produciendo al día 40 metros cúbicos de gas. Por ahora, lo regalamos a unas familias que viven en la zona. Este proyecto piloto estará dando ya una cantidad significativa de metros cúbicos de gas para 2024”, dice Flores.
Gereración Ticino Biomasa (Argentina)
En junio de 2019, Argentina tuvo un megaapagón que duró horas, pero Ticino, una pequeña localidad de la provincia de Córdoba, fue la única que pudo recuperar el servicio casi de inmediato. Esto fue posible a una planta que genera energía a partir de cáscara de maní (cacahuete).
La central de generación eléctrica se llama Generación Ticino Biomasa (GTB) y forma parte de la empresa Lorenzati y Ruetsch. Su capacidad de generación es de 4,63 MW y proyecta una autogestión con potencia neta de 4 MW.
La construcción de la planta comenzó en enero de 2017 y finalizó en abril de 2018. El 12 de octubre de 2018, abrió sus puertas como una de las primeras centrales de generación de energía renovable del país. La planta tiene unos 50 operarios que permiten que funcione las 24 horas, los 365 días del año.
Se eligió utilizar la cáscara de maní como combustible biomásico porque es un subproducto del proceso productivo de Lorenzati, Ruestch y Cía. En algunos casos, se utiliza chip de madera como excepción por la eventual escasez de cáscara de maní. “El proyecto lo comenzamos porque en el pueblo teníamos una disponibilidad de biomasa y una necesidad de energía eléctrica. El 75% de lo que es la cáscara que necesitamos en el año la generamos desde la empresa. También, recibimos cáscara de otras empresas de la zona”, cuenta Fabio Bruschini, ingeniero responsable de la central Lorenzati y Ruetschy presidente de GTB.
Para producir electricidad, miles de toneladas de cáscaras son acopiadas en contenedores y se trasladan a una caldera. Mediante una quema cuidada para minimizar las emisiones de gases, se produce vapor de agua que acciona turbinas generadoras de energía mecánica de rotación. Después, un mecanismo acoplado la transforma en energía eléctrica. Hoy ya produce energía para más de 8.000 hogares, una cifra superior a la cantidad de viviendas de la localidad en la que se ubica.
Generar proyectos de biomasa en América Latina tiene diversos desafíos. Los tres referentes coinciden en que uno de los mayores obstáculos es poder cubrir los costos para la construcción de la planta. “Los inversores no están acostumbrados a innovar. Ven este tipo de proyectos como un riesgo. El tema de la financiación es super complejo”, afirma Rietta.
En este sentido, Bruschini agrega: “Los costos de una planta son muy elevados y el repago puede llevar 20 años. Casi ninguna empresa de Argentina piensa en invertir en un proyecto que tarda tanto tiempo en recuperarse”.
Flores considera que invertir en proyectos de biomasa en la región es una urgencia y una necesidad. “Por ejemplo, si nadie emprende acciones con el sargazo, se estaría condenado a toda la región”, señala.
Otro desafío que observa el proyecto de Chile es lograr la aceptación de la comunidad. “Lo que se ve acá es que las empresas se han portado muy mal con el medio ambiente y las nuevas generaciones muestran rechazo inmediato a sus proyectos. Hay muy poca credibilidad hacia el nuevo empresario”, expresa.
Fuente: https://hazrevista.org/innovacion-social/2023/07/producir-energia-residuos-organicos-tres-proyectos-america-latina/