22 de diciembre de 2024

Colombia da sus primeros pasos para generar energía con estiércol de animales.

Con una inversión de $183 millones, se inauguró en Antioquia una planta que produce energía y fertilizantes a partir de la porcinaza.

Los cerdos y las vacas no solo producen carne y leche: con sus excrementos se pueden generar energía y abonos; una tecnología que aunque no es nueva en el mundo y es común en países de la región como Chile, su aplicación en Colombia apenas da los primeros pasos.

Desde 2020, Porkcolombia ha venido trabajando en la producción de energía sostenible mediante el aprovechamiento del estiércol de los cerdos, algo que se materializó la semana pasada gracias a una alianza con la Universidad CES.

El proyecto, que contó con una inversión de $183 millones, consiste en una planta, ubicada en una granja porcícola en la vereda Primavera, del municipio de El Santuario, Oriente antioqueño, la cual generará fertilizantes y energía eléctrica para usar en sus propios procesos productivos y, en un futuro, vender al Sistema Eléctrico Interconectado Nacional —se podría generar la energía equivalente a lo que necesitan ocho hogares colombianos—.

“Tenemos dos abordajes desde el punto de vista ambiental: el primero tiene que ver con el manejo del biogás y producción de energías limpias, y en el segundo tenemos la biofertilización y reemplazo de esos insumos químicos que a veces son tan complicados de manejar en el agro colombiano”, apuntó Corina Zambrano, vicepresidenta ejecutiva de Porkcolombia.

De esta manera, el excremento de animales como cerdos y vacas ya no solo es un desecho maloliente.

¿Cómo funciona?

A través de esta alianza entre la universidad y el gremio de los productores de cerdos se puso en marcha un reactor UASB (Upflow Anaerobic Sludge Blanket), el cual tiene la capacidad de tratar aguas de diversos procesos productivos, como la porcinaza (heces y orina de los cerdos), rica en materia orgánica que se genera en la industria porcícola.

De esta manera, la porcinaza que se evacua de la granja se direcciona a un decantador para separar los sólidos sedimentables en gran proporción. Esta es pretratada físicamente y posteriormente conducida a los dos reactores anaerobios (sin oxígeno), los cuales cuentan con un sistema de agitación y de flujo ascendente, donde la porcinaza es transformada gracias al proceso de digestión en la que actúan diversas poblaciones de microorganismos anaerobios.

El producto que se obtiene se llama ‘biol’, y es un fertilizante o acondicionador de suelos que se utiliza en un sistema de riego agrícola para brindar parte de los requerimientos nutricionales e hídricos para las plantas.

Asimismo, de este proceso se obtienen unos lodos que se compostan y se convierten en abono orgánico y, al mismo tiempo, se produce un biogás —considerado Energía Renovable No Convencional, que se obtiene a partir del gas metano que emanan los desechos—, que es utilizado como combustible para la generación de energía eléctrica.

“Aunque la tecnología UASB es de vieja data, aplicarla en la porcicultura es novedoso. Su implementación maximiza el proceso productivo al permitir operar bajo un modelo de economía circular con la generación de energía eléctrica y abonos orgánicos. Una de las bondades de este sistema es que el reactor es muy eficiente, duradero en el tiempo y se aprovechan todos los productos líquidos, sólidos y gaseosos”, expresó Gregory Mejía, líder del proyecto e investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad CES.

Esta planta es hecha con tecnología colombiana, por lo que costó una tercera parte de lo que valdría normalmente si se trae del exterior.

De esta manera, según Manuel Acevedo, rector de la Universidad CES, en cuatro años el productor es capaz no solo de pagar este biodigestor sino también de generar ingresos adicionales de su proceso productivo.

“Este piloto nos tomó unos 18 meses para materializarlo, por lo que nos genera mucha expectativa, no solo por entregarle este resultado a la comunidad, sino por poder activar nuevas líneas de investigación que nos permita mejorar la vida de las familias colombianas”, indicó Acevedo.

Con las vacas también

El excremento de los cerdos no es el único que sirve para este tipo de iniciativas. El ganado es una de las principales fuentes de metano, un potente gas de efecto invernadero; sin embargo, si se evita que ese gas se escape a la atmósfera también se puede producir biogás.

“Este proceso con los excrementos de animales se llama biodigestión y es algo que la naturaleza se inventó hace millones de años. Lo que hacemos nosotros es, a través de equipos y tecnología, aprovechar ese sistema natural. Cogemos los excrementos de la granja, los llevamos a unos tanques donde se cultivan bacterias que descomponen esas excretas generando gas metano”, explicó Esteban Vargas, gerente de GSV Ingeniería, firma encargada de la construcción de la planta de PorciCES.

Así, aunque este combustible resultante es a base de carbono, es sostenible, y es usado, como se mencionó anteriormente, en motores de combustión para generar energía eléctrica.

“Un metro cúbico de porcinaza, por ejemplo, genera alrededor de 30 metros cúbicos de biogás. En cuanto a capacidad energética, un metro cúbico de biogás se puede convertir en 1,8 kilovatios de energía. Y hoy el costo de la energía, en lo corrido del año, ha subido hasta un 28%, llegando casi ya a los $900 por kilovatio”, señaló Vargas.

Ejemplos en la región

Desde 2014, en localidad de Pichidegua, al sur de Santiago de Chile, funciona una granja de cerdos y vacas que abastece con energía eléctrica a unas 2.500 viviendas. En la planta, llamada Las Pampas, se procesan los deshechos de 50.000 cerdos y 700 vacas. El biodigestor genera hasta 4 megawatios (MW) diarios de electricidad, y es usada tanto para consumo propio, como para vender al sistema eléctrico nacional.

Tanto Chile como Argentina han llevado la delantera en la región sobre este tipo de proyectos. De hecho, en 2015, un establecimiento ganadero de Buenos Aires comenzó a alimentar de energía eléctrica a todo un pueblo.

Se trata de Carlos Tejedor, una localidad de unos 5.000 habitantes, la cual, según registros de medios de ese país, se comenzó abastecer de energía eléctrica generada con los residuos producidos por unas 500 vacas.

El proyecto argentino más reciente fue la inauguración en mayo de este año de la primera planta frigorífica de energía renovable a partir de los residuos orgánicos provenientes del proceso productivo de su frigorífico ArreBeef. Dicha iniciativa, que tuvo una inversión de US$6,5 millones, produce 1,5 MW de potencia eléctrica, equivalente al consumo energético de unos 7.000 habitantes.

Por otro lado, empresas como BMW le comenzaron a apostar a la conversión de estiércol de bovinos en energía para sus vehículos.

El fabricante alemán de automóviles anunció el año pasado que se encuentra trabajando en un proyecto con California Bioenergy (CalBio), en el cual pretende aprovechar el estiércol de ganado vacuno de las explotaciones lecheras, para generar electricidad que pueda alimentar a los vehículos eléctricos de su marca.

Así, pese a que este tipo de procesos no son nuevos, países como Colombia aún se encuentran rezagados, ya que el alto costo de esta tecnología ha dificultado su expansión.

“En América Latina los países que más desarrollos de este tipo tienen son Chile, Argentina y Brasil. En Colombia hay una limitante en cuanto a los altos costos que se requieren, lo que dificulta la adopción por parte de los empresarios agropecuarios”, apuntó Vargas.

Si bien el piloto construido en El Santuario apenas está iniciando, ya es una avance significativo que marca la llegada de este tipo de tecnologías al sector productivo colombiano.