En plena transición energética, el país austral apuesta por profundizar el desarrollo de fuentes sustentables, en sintonía con los acuerdos internacionales. Sin descuidar el creciente potencial hidrocarburífero del país potenciado por el yacimiento de Vaca Muerta, Buenos Aires mira con atención el avance de la matriz renovable.
La transición hacia fuentes de energía más sustentables ya es una realidad y, dentro del auge general que atraviesa Latinoamérica al respecto, Argentina se sitúa como uno de los principales jugadores.
Las invaluables reservas de hidrocarburos yacentes en la formación sureña de Vaca Muerta no obstan para desatender el potencial de un sector estratégico para el futuro de la producción global.
El país austral es el cuarto en producción de energías renovables de la región, con un total de 4,7 gigavatios (GW) entre instalaciones eólicas y solares de gran escala —detrás de Brasil, con 27 GW; México, con 20; y Chile, con 10—, según el informe de la organización estadounidense sin fines de lucro Global Energy Monitor.
Argentina cuenta con más de 200 proyectos de producción renovable que permiten cubrir los requerimientos de unos 5,8 millones de hogares. En lo que va de 2023, la cobertura de la demanda eléctrica abastecida por fuentes renovables alcanzó un promedio del 14% mensual, llegando a un máximo de 1.448 GW de energía en abril.
Desde la entrada en vigencia del marco regulatorio —leyes 26.190 (2007), 27.191 (2015) y 27.424 (2017)—, en el rubro exhibieron su aporte a la transición energética y constituye una alternativa nada desdeñable para la diversificación de la matriz productiva nacional. El norte es claro: por el compromiso asumido en el Acuerdo de París, Argentina está comprometida a cubrir el 20% de la demanda local con energías limpias durante el 2025.
El sector de más preponderante peso es el eólico, que explica el 73% de la generación de energía renovable —seguida por la solar, con el 15%, y por las bioenergías, con 6%—. El país cuenta con 900 aerogeneradores, mayoritariamente distribuidos en la provincia sureña de Chubut, con 365 unidades, y en la de Buenos Aires (centro), con 334.
Con un total de 3,29 GW de potencia instalada, el sector representa el 9,4% de los 34.9 GW de capacidad de producción eléctrica provista por fuentes térmicas. Contemplando todos los proyectos anunciados a lo largo del 2023, Argentina calcula incorporar 1,2 GW para el 2025, en línea con sus compromisos internacionales.
«Argentina tiene recursos extraordinarios en comparación con el mundo. Nuestra eficiencia en el factor de utilización del sector solar y de aerogeneración supera a la media mundial, incluso a la de potencias como Estados Unidos. Desarrollar las energías renovables, más que una decisión estratégica, es un compromiso con el resto del mundo», dice a Sputnik el director del Instituto de Energía de la Universidad Austral, Roberto Carnicer.
El optimismo del especialista se condice con la tendencia identificada desde los representantes del sector. Consultado por Sputnik, el director ejecutivo de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader), Juan Manuel Alfonsín, explica que «en 2011 el 1% de la matriz energética se explicaba por la generación de fuentes renovables. Hoy pasamos al 13%, y el objetivo es alcanzar el 20% en 2025. Habla de un escenario que alimenta el optimismo».
«No solamente no contamina el ambiente, sino que es un sector competitivo porque ya no necesita mayores incentivos ni subsidios, dada la caída en los costos de producción. Hay que terminar con la falsa oposición entre hidrocarburos y energías renovables: nuestro país ha sido bendecido con los recursos naturales y no los podemos desaprovechar», explica Alfonsín.
Apuesta en frío
Los investigadores remarcan que impulsar las energías renovables no supone incompatibilidad alguna con la explotación de recursos no convencionales en el yacimiento de Vaca Muerta —que representa la segunda reserva mundial de gas y la cuarta de petróleo a nivel mundial—, un proyecto que coloca al país en el mapa global de productores hidrocarburíferos.
«Desarrollar las energías renovables es una decisión estratégica en medio de un cambio de paradigma. Lo primero que te pregunta cualquier investigador es cómo está en tu país la transición energética, la huella de carbono en la producción de bienes y servicios, y la forma de contribución a los acuerdos de París para que no haya calentamiento global», grafica el titular de la Cader.
De acuerdo con el empresario, los hidrocarburos «están teniendo una importancia fundamental» a nivel global debido al impacto de los conflictos en Ucrania y en Oriente Medio».
«Argentina tiene que aprovechar la ventana de oportunidad para exportar el crudo y gas lo antes posible, aprovechando los precios altos. Pero lo fundamental es que distingamos lo urgente de lo importante: no descuidemos la energía renovable porque esa es la clave de nuestro futuro», indica Alfonsín.
Independientemente de los compromisos asumidos, el sector sustentable provee aportes insoslayables a la macroeconomía nacional, que atraviesa una de las coyunturas más adversas de los últimos 20 años: ante la acuciante escasez de divisas, la posibilidad de evitar la importación de energía reviste un carácter fundamental.
«En 2021, la industria eólica generó ahorros por 800 millones de dólares, y en 2022 por más de 3.000 millones», explica Carnicer.
«Argentina va a hacer su transición energética hacia los renovables de distintas formas con respecto al mundo. Naturalmente, la primera etapa va a ser siempre hidrocarburífera, pero —y esta es la clave— con una cada vez mayor participación de las renovables. La balanza comercial energética en los últimos 15 años equivale a 44.000 millones de dólares que perdimos en importaciones, por eso hay que trabajar con pragmatismo y celeridad», sostiene el investigador de la Universidad Austral.
El desafío de atraer capitales
Entre la trascendencia de la inversión como motor para potenciar el sector energético y la imposibilidad de ajustar las tarifas con los precios internacionales —dado el bajo nivel de los salarios tras seis años de virtual caída del poder adquisitivo—, el Estado argentino se desenvuelve en su acotado margen de maniobra para impulsar un rubro considerado fundamental.
«Evidentemente, la energía renovable va a seguir creciendo en Argentina para satisfacer especialmente su demanda doméstica, pero para eso faltan inversiones en el sector y la adecuación del cuadro tarifario, sobre todo en la electricidad. Más allá de los esfuerzos de los distintos gobiernos, los precios siguen atrasados en términos internacionales», afirma Carnicer.
El especialista destaca una de las áreas a apuntar con urgencia: la infraestructura. «Las inversiones centrales son las de la red de transmisión. La energía renovable necesita un backup porque es intermitente: no tiene la capacidad de almacenamiento deseable. Si no hay sol o viento, no tenemos reserva. Obviamente, el contexto macroeconómico no ayuda, pero es fundamental establecer prioridades», apunta.
Según Alfonsín, el foco remite al cambio estructural que debe impulsarse. «Tenemos una matriz energética del 60% de origen térmico. Hay que avanzar hacia el reemplazo por energía renovable, aprovechando el desarrollo de las baterías de acumulación a gran escala, que evitarán depender de la intermitencia de la luz solar», explica.
«Hay una oportunidad para organizar este desarrollo desde el Estado. Por ejemplo: incentivando a que cada complejo de viviendas sociales que se construya cuente con paneles solares y hasta con baterías, lo cual generaría que nadie quedara sin abastecimiento», concluye el especialista.
Fuente: https://sputniknews.lat/20231109/el-futuro-de-las-energias-renovables-en-argentina-nuestro-pais-ha-sido-bendecido–1145561716.html