- Las centrales hidroeléctricas en Sudamérica vienen originando diferentes impactos en la biodiversidad y en las comunidades que se enfrentan a los cambios en su entorno.
- Por un lado, Killeen explica cómo las hidroeléctricas construidas bajo el modelo de represa y embalse no suelen funcionar igual en la Amazonía que en los Andes, donde la topografía favorece el uso de las aguas.
- Por otro lado, el autor hace hincapié en cómo, en Brasil, aquellos proyectos más grandes que fueron desestimados en años pasados están volviendo a ser tomados en cuenta.
Las inversiones en instalaciones hidroeléctricas a gran escala, comparadas con las de carreteras, son las inversiones en infraestructura más debatidas en la Amazonía Panamericana. Distintos gobiernos han insistido en la energía hidroeléctrica como fuente soberana, renovable e impulsora del crecimiento económico; mientras que, desde otro lado, existen grupos que se oponen y que se han radicalizado tras los impactos ambientales y sociales asociados con la magnitud de los proyectos.
Ambas posiciones tienen asidero y el debate en torno a la energía hidroeléctrica, por lo general, se centra en las compensaciones –además de los costos y beneficios– lo que ha provocado que algunos proyectos efectivamente se aprueben, otros se modifiquen y unos pocos se cancelen.
Históricamente, Brasil ha dependido excesivamente de la energía hidroeléctrica. A fines de la década del 90, representaba el 90% de la capacidad de generación instalada, situación que provocó la crisis eléctrica del 2001-2002. En estos años, los niveles de agua en los embalses se redujeron por una sequía prolongada en todo el país. El gobierno respondió diversificando su capacidad de generación eléctrica en gas natural, biomasa, eólica y solar; también aumentando la capacidad hidroeléctrica en los ríos amazónicos considerados menos susceptibles al riesgo de sequías periódicas.
Pese a estas medidas, Brasil todavía depende demasiado de la energía hidroeléctrica, como lo demuestra el racionamiento inducido por el clima que sacudió la economía nacional en el 2015. En el año 2005, los ingenieros civiles de la agencia federal de energía de Brasil estimaron la capacidad potencial hidroeléctrica de Brasil en aproximadamente 251 GW. La mitad de dicha infraestructura está dentro de la cuenca del Amazonas. Sin embargo, en el 2020, esa estimación se redujo a 176 GW, y la capacidad instalada había aumentado de 78 a 108 GW. La mayor parte de esa expansión ocurrió dentro de la Amazonía, de 7 a 43 GW.
La disminución en la capacidad potencial no se debió a una disminución de los recursos hídricos de Brasil, sino a un recálculo ocurrido cuando los planificadores eliminaron proyectos que ya no se consideraban viables, según los criterios regulatorios.
Tal determinación fue fruto de una decisión del gobierno en el 2018: detener el futuro desarrollo a gran escala de represas en el Amazonas y tomar en cuenta la necesidad de conciliar los impactos sociales y ambientales con los criterios económicos y la demanda de energía. No obstante, dicha decisión fue revertida tras la elección de Jair Bolsonaro, quien retomó muchos de los proyectos abandonados en el 2018, y propuso proyectos adicionales que no se habían incorporado en los planes energéticos nacionales.
Los planes actuales están cambiando, pero la base de datos de las instalaciones hidroeléctricas propuestas que se están considerando en la Amazonía brasileña asciende a 112, con una capacidad instalada potencial de 44 GW. En el año 2021, Brasil volvió a correr el riesgo de sufrir una crisis eléctrica y, una vez más, el culpable son los embalses con niveles de agua inferiores a la media.
Igualmente, las repúblicas andinas dependen en gran medida de la energía hidroeléctrica y están buscando aumentar esa filiación durante la próxima década. Un estudio reciente documentó 142 represas en operación o en construcción, y 160 adicionales en varias etapas de planificación. Esto equivale al doble del número informado en el 2012, es decir, 500% más de la capacidad de generación instalada.
Por ejemplo, el Plan Nacional de Energía 2014-2025 de Perú proyecta que el 54% de su suministro de electricidad se generará a partir de energía hidroeléctrica, y la mayoría provendrá de represas construidas en las cuencas de Ucayali y Marañón. Asimismo, desde el 2015, Ecuador espera aumentar la proporción de energía hidroeléctrica de 50% a alrededor del 90% para el 2025, donde al menos 7% provendrá de cuencas amazónicas.
Por su parte, Colombia obtiene alrededor del 65% de la energía hidroeléctrica, aunque nada de eso proviene de un afluente amazónico. Además, Bolivia ha reducido progresivamente su dependencia de la energía hidroeléctrica en los últimos 20 años, a medida que explotaba sus campos de gas natural descubiertos en la década de los 90. No obstante, sus planes futuros se basan casi exclusivamente en este combustible. De hecho, en el 2019, el gobierno anunció planes para cuadruplicar la capacidad instalada del país, y así pasar de 1,2 a 5,1 GW. En consecuencia, aumentaría su dependencia en 38%.
A pesar de sus ventajas económicas, los atributos físicos del Amazonas y sus afluentes hacen que la energía hidroeléctrica sea problemática para las instalaciones convencionales de represas y embalses, las favoritas de los ingenieros civiles y administradores de energía. Así, en las tierras bajas, las amplias llanuras aluviales limitan el potencial para crear embalses en áreas confinadas que almacenan grandes volúmenes de agua. Por tanto, se limita la capacidad de los operadores para regular los niveles de los embalses para la gestión de energía.
Por el contrario, los valles en las estribaciones de los Andes brindan condiciones casi ideales para crear embalses masivos; aunque las altas cargas de sedimento provocan pérdida de capacidad de almacenamiento con el paso del tiempo. Sin duda, ello reduce su vida útil como activos económicos.
Otro impacto de la retención de sedimentos es la perturbación de la función del ecosistema en los hábitats ribereños río abajo, efecto particularmente problemático para las represas en los ríos de aguas bravas que se definen ecológicamente por generar altas cargas de sedimentos. Estos ríos, que se originan en los Andes, drenan solo el 12% de la superficie de la cuenca, pero aportan más del 80% de los sedimentos que ingresan al ecosistema de la llanura aluvial amazónica.
La construcción propuesta de múltiples represas dentro de las cuencas de Marañón, Ucayali, Madre de Dios y Madeira tendría consecuencias a largo plazo en los procesos biogeoquímicos en los hábitats de llanuras aluviales a lo largo de todo el curso del río. Eventualmente, impactaría las zonas intermareales del delta y los ecosistemas marinos ubicados sobre la plataforma continental en la desembocadura del Amazonas.
Con información de RAISG 2021.Sin olvidar los impactos sociales y ambientales asociados a las instalaciones de represa y embalse a gran escala. Estos desplazan a las familias rurales, obligándolas a abandonar los lugares que han habitado durante décadas o incluso siglos. Al construirse justo debajo de una discontinuidad topográfica para maximizar la producción de energía, muchas represas se superponen con localidades a menudo habitadas por comunidades indígenas que explotan una concentración natural de peces u ocupan un puerto necesario que se ubica alrededor de los rápidos no navegables. Los embalses no solo obligan a estas familias a trasladarse, sino que alteran la función del ecosistema que sustenta la economía local por encima y por debajo de la presa.
La operación diaria de una planta de energía de represa y embalse altera los hábitats naturales ubicados debajo de la represa porque los administradores manipulan los flujos de agua para equilibrar la demanda de electricidad. Estos siempre son sustancialmente diferentes de los regímenes de inundaciones naturales que regulan los ciclos de vida de las especies en los hábitats de llanuras aluviales. Los ríos amazónicos son famosos por la migración de peces y otras especies entre el cauce del río y los hábitats de aguas estancadas, que se definen por la duración y la profundidad de las inundaciones estacionales.
La gestión de energía interrumpe los ciclos naturales que sostienen la vida silvestre y, en consecuencia, afecta a las comunidades humanas que dependen de ellos. Los impactos más obvios ocurren localmente, pero las alteraciones en los regímenes de inundaciones pueden extenderse río abajo, mientras que las comunidades río arriba sufren impactos cuando las represas bloquean la migración de especies de peces económicamente importantes.
De igual forma, algunos impactos son de escala global. Las selvas tropicales amazónicas se caracterizan por cantidades masivas de biomasa, y si la vegetación en pie no se limpia antes de la inundación, el embalse generará emisiones sustanciales de metano a través de la descomposición anaeróbica en el fondo del embalse. Estas emisiones pueden durar décadas y anular cualquier ahorro potencial de Gases De Efecto Invernadero (GEI) asociado con la energía hidroeléctrica como energía renovable.
Una alternativa para gestionar los impactos ambientales y sociales es construir represas que empleen el diseño de pasada (R-o-R), que minimiza tanto el tamaño del embalse como la remoción de sedimentos. Sin embargo, esta alternativa aún causa impactos relacionados con la pérdida de biodiversidad y la interrupción de la pesca comercial. Desde una perspectiva de ingeniería, las instalaciones hidroeléctricas de pasada (R-o-R) son ineficientes porque no almacenan energía en un reservorio grande, lo que limita la capacidad de los operadores para compensar la variabilidad estacional en los flujos de agua. Además, la falta de capacidad de almacenamiento expone dichas instalaciones y sus enlaces a las redes eléctricas a crisis episódicas provocadas por la sequía, riesgo que será significativamente mayor en las próximas décadas debido al cambio climático.
Los diseños de represas y túneles evitan las trampas de las configuraciones de represa y embalse, así como de pasada, al entregar agua a una planta de energía ubicada varios cientos de metros debajo de la represa. Estas configuraciones son populares en áreas montañosas porque generan grandes cantidades de energía por metro cúbico de agua, a lo que suma una eficiencia superior ya que reduce la necesidad de un gran embalse, particularmente en geografías caracterizadas por lluvias abundantes.
La remoción de sedimentos a menudo es cercana a cero porque muchas combinaciones de represas y túneles están ubicadas en lo alto de la cuenca, donde las cargas de sedimentos son naturalmente bajas o porque los tiempos de almacenamiento en los embalses son cortos. De manera similar, su impacto en las poblaciones de peces es mínimo porque estos tipos de ríos se caracterizan por cascadas y rápidos que actúan como barreras naturales.
Por lo general, los ingenieros civiles favorecen proyectos a gran escala ya que resuelven problemas de oferta y demanda durante muchos años, y crean un legado de infraestructura que apela a su orgullo profesional. De igual forma, las empresas de servicios públicos prefieren estos proyectos, porque se ajustan a sus modelos de negocio preferido: producir energía y comercializarla en centros urbanos e industriales. También les gustan a los políticos, porque su construcción genera decenas de miles de empleos poco calificados. Finalmente, son aprobados por los analistas financieros de las instituciones multilaterales, porque pueden asignar recursos financieros significativos a una industria con flujo de efectivo garantizado, evitando así el riesgo de inversión.
Pero, la experiencia ha demostrado que algunos proyectos en la Amazonía son demasiado grandes, o que los estudios medioambientales que sustentan el modelo energético son inexactos o están desactualizados. Desafortunadamente, las prácticas corruptas han empañado la objetividad de dichos estudios de factibilidad y ambientales que se utilizan para evaluar su sostenibilidad económica, social y medioambiental.
Alguna vez, la energía hidroeléctrica fue vista como un signo de progreso y fue adoptada por un amplio sector de la sociedad, pero esa visión ha cambiado en las últimas décadas a medida que los defensores del medio ambiente y los derechos humanos han cuestionado la sostenibilidad de los modelos comerciales convencionales. En las economías avanzadas, existe un consenso emergente de que algunas instalaciones deben desmantelarse para restaurar la función del ecosistema.
Imagen principal: Las instalaciones hidroeléctricas con diseños de represa y tubería evitan la mayoría de los impactos asociados con los diseños de represa, embalse y de pasada. Esta imagen es de Bolivia, de la hidroeléctrica Corani/Santa Isabel. Crédito: Colección PAC en flickr.com.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).
Fuente: https://es.mongabay.com/2023/08/energia-hidroelectrica-cambio-controversial-hacia-instalaciones-de-impacto-ambiental-reducido-libro/