Desde una agrociudad cerca de París hasta la preservación de los bosques complejos del sur de Europa, pasando por la descarbonización de la flota de autobuses de Birmingham o la conversión en energía de la gallinaza en Galicia. Estos proyectos, todos con participación española, son la punta de lanza de la innovación verde.
Lograr que las granjas avícolas produzcan su propia energía.
El sector avícola genera más de 12 millones de toneladas de excrementos al año. Esto representa un problema, tanto por las emisiones de gases que implica —solo superada por las emisiones de la ganadería vacuna— como por la falta de condiciones de almacenamiento adecuadas para todos estos residuos. Avienergy es un proyecto que busca aprovechar este excremento en un sistema de bioeconomía circular. El objetivo es que las granjas utilicen este material para generar su propia energía y, así, reducir su impacto ambiental. Las granjas avícolas, por supuesto, necesitan un alto consumo energético para garantizar el calor necesario para las aves y la calidad del aire.
Avienergy es una iniciativa realizada en conjunto por la Fundación Empresa-Universidade Galega (Feuga) con Energylab, Demaux Manufacture, Granja José Antonio García Blanco, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Avícola El Charcón, Alimentos del Mediterráneo y la Universidad de Vigo. Según Anxela Montero, responsable de la gestión de proyectos de Feuga, el proceso consiste en quemar el excremento para producir la energía. El problema es que este material contiene altos niveles de humedad, por lo que el primer paso es secarlo para que pueda ser aprovechado. Después, el quemado debe ejecutarse bajo un estricto control que asegure que no se emitirán partículas contaminantes. Una vez que se ha quemado el material, se trata de recuperar como mínimo un 50% de la energía térmica contenida en el quemador.
El primer quemador que se está utilizando para realizar probaturas está instalado en la granja de José Antonio García, un productor de Ourense que se asoció a esta iniciativa. Actualmente, el proyecto se encuentra en la fase de ajuste del proceso de combustión.
Para cerrar el ciclo, los investigadores quieren que se aprovechen también las cenizas que quedan después del quemado y que se puedan utilizar como fertilizante. De esta forma, el resultado esperado es que las granjas no solo se deshagan del excremento de las aves sin contaminar, sino que produzcan su propia energía, reduzcan los costes de calefacción en hasta un 50% y, finalmente, obtengan su propio fertilizante. “Esto es un proyecto de economía circular al cien por cien”, asegura Montero.
De acuerdo con la gestora, el proyecto debería culminarse en 2023. Una vez terminado, los investigadores esperan que sirva para aumentar la competitividad de los productores del sector avícola como García.
Convertir el amoniaco en una llave para una energía más limpia.
El hidrógeno es una de las alternativas más aceptadas para poder descarbonizar la economía y mover a las sociedades hacia una fuente de energía menos dañina para el ambiente. Pero tiene un problema importante: su almacenamiento y transporte a largas distancias. El traslado de hidrógeno se dificulta por su baja densidad de energía volumétrica y esto es un obstáculo para su adopción generalizada. No obstante, la empresa vizcaína H2SITE ofrece una solución: el amoniaco.
Esta sustancia es una molécula con una densidad de hidrógeno muy elevada y, en contraste, es fácil de transportar y almacenar. La tecnología desarrollada por H2SITE permite transformar el amoniaco en hidrógeno en las propias instalaciones del usuario final y, así, eliminar el complejo proceso de transporte. Esto es, según el director ejecutivo de la empresa, Andrés Galnares, una tecnología “única en el mundo”. Esta tecnología estrella de H2SITE son sus reactores de membranas. Se trata de un mecanismo que funciona para extraer el hidrógeno del amoniaco “como si fuera un churro que hundes en el chocolate”, explica Galnares.
En H2SITE desarrollaron esta tecnología con el fin de ser utilizada en la producción de energía renovable para los sectores de la industria y la movilidad. Con ello, la empresa quiere proporcionar hidrógeno distribuido a pequeña y mediana escala, y que este sea de gran pureza y bajo coste para los usuarios.
H2SITE ya ha puesto en marcha esta ambición. En Birmingham, Inglaterra, aspiran a crear la unidad de conversión de amoniaco en hidrógeno más eficiente del mundo. La empresa ganó un concurso de esta ciudad que buscaba una propuesta para crear una flota de autobuses potenciada con energía verde. El proyecto se encuentra en el proceso de construcción del reactor en Birmingham que realizará la conversión y generará la energía que utilizará el sistema de transporte de autobuses local.
El objetivo inicial de los miembros de H2SITE era que su gran proyecto viera la luz en España, pero Galnares confiesa que en los lugares a los que llevaron su idea no encontraron una respuesta. “Una pena, de verdad”, señala.
De cualquier forma, el objetivo final de H2SITE es llevar su iniciativa a la mayor cantidad de lugares posibles. Birmingham será la primera gran prueba para lo que apunta a ser una propuesta realista para que el hidrógeno se vuelva más accesible y se pueda acelerar su uso para la descarbonización de la energía.
Recuperar las zonas rurales con producción sostenible.
Uno de los grandes retos del ambientalismo es hallar el modo en que la producción de alimentos no sea destructiva. La ganadería y la agricultura a gran escala degradan los suelos y los pueden dejar yermos, por lo que el proyecto ConnectFARMS comenzó a desarrollar métodos para aumentar “de manera sostenible la producción integrada de cultivos y ganado”.
El mantra de esta iniciativa, liderada por la Universidad de Parma (Italia) y con participación del Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario (NEIKER) y el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), es la recuperación de territorios agrícolas abandonados para que vuelvan a producir. La idea, de acuerdo con el investigador de NEIKER Aser García, “surge como una necesidad de unir los procesos sostenibles de la ganadería y los productos agrarios”. Con ello se espera, además, reactivar las zonas rurales despobladas.
La iniciativa plantea dotar de herramientas a agricultores y ganaderos para que practiquen el cultivo orgánico, reutilicen los residuos en una economía circular y, en general, aumenten la sostenibilidad de sus prácticas. Para ello se están realizando estudios ecológicos y agronómicos del terreno que más tarde se compartirán con los productores asociados. Se hará hincapié en soluciones basadas en la naturaleza para que todos los procesos reduzcan al máximo posible su huella en el medio ambiente.
El proyecto tiene socios y colaboradores en Italia, Bulgaria, Lituania, Estonia, Polonia, Turquía y España. Aunque ConnectFARMS arrancó oficialmente hace un mes, García afirma que ya en varios países “han aprovechado la cosecha de este año para comenzar los ensayos”.